Múltiples Autores – Preparados para Servir (en el Extranjero) es un libro de 23 autores sobre diferentes aspectos del ministerio enfocando en misiones.
Contenido de Múltiples Autores – Preparados para Servir (en el Extranjero)
Prefacio
Parte I – Piense antes de empezar
1. Los entresijos. El diario de un obrero de corta estancia. Ian Wallace
2. ¿Para qué están los cristianos? Peter Cotterell
3. Salvados para servir. Philip Hacking
Parte II – Qué esperar y cómo hacerle frente
4. ¿Por qué son distintas las culturas? David Burnett
Un cuaderno con las primeras impresiones. Richard Suffern
5. Cruzando el umbral. Ruth Batcherlo
Un tiempo para madurar. Eva Pettigrew
6. Cómo enfrentarse al “choque cultural”. David Burnett
El poder de la impotencia. Cathy Humphries
7. Cómo comprender a la iglesia nacional. Ken Okeke
Primeras impresiones–Tres veces. Ruth Nickerson
8. Cómo relacionarse con la iglesia nacional. Bill Roberts
Me sucedió en Navidad. Sheena Lane
9. Cómo nos ven los demás. Un cristiano nacional
Parte III – Cómo mantener el ritmo
10. Devocionales para los que asumen riesgos. Pauline Hoggarth
11. Cómo forjar buenas relaciones. Marjory Foyle
12. El matrimonio de acá para allá. Roy y Jan Stafford
13. Ser soltero y sentirse lleno. Ruth Fowke
14. Cómo cuidar de su salud. Verónica Moss
15. Cómo tratar la depresión. Marjory Foyle
16. El comportamiento cristiano en situaciones de crisis. Peter Cotterell
17. ¡Aprenda ese idioma! David Bendor–Samuel y John Hollman
18. Ayudando a otros a aprender. Ruth Batchelor
19. Cómo relacionarse con otras creencias. Bill Houston
20. Guerra espiritual. Ruth Giesner
Parte IV – Pensar otra vez en casa
21. Cómo presentar diapositivas e influir sobre la gente. Terry Gibson
22. Endulce su regreso a casa. Stuart Buchanan
El choque cultural a la inversa. Cathy Humphries
Viejo lugar, nuevo reto. Eva Pettigrew
¡Tómese unas vacaciones! Mike e Issie Carter
23. Mantenga encendido el fuego en el hogar. Jim Graham
Extracto de la Obra
15 CÓMO TRATAR LA DEPRESIÓN
Marjory Foyle
Tanto si usted sufre habitualmente de “depresión” como si no, no sería extraño que experimentara
una en algún momento de su estancia en el extranjero. Muchas personas pasan por rachas en las que se
“sienten deprimidos”, una especie de tristeza que es no es más que una respuesta a situaciones que
encontramos desagradables. Unos pocos sufren una “enfermedad depresiva”, que presente una serie de
síntomas concretos y que puede requerir tratamiento médico. Estos diferentes aspectos de la depresión
necesitan enfoques distintos.
SENTIRSE DEPRIMIDO
Existen ciertas cosas que probablemente harán que los obreros extranjeros se sientan deprimidos.
La más común de todas es la pérdida. Uno gana mucho cuando se va al extranjero, pero igualmente
pierde mucho. Al dejar el hogar se pierde la sensación de seguridad que se deriva del hecho de estar
viviendo en una cultura familiar. Durante el estudio del idioma o cuando se empieza un nuevo trabajo
uno puede perder la autoestima. Más tarde, la pérdida de colegas de confianza que regresan a casa de
permiso o que se retiran, la pérdida de un lugar al que se le ha tomado cariño cuando a uno lo trasladan
a otro sitio y la repetida pérdida que se produce cuando los niños se marchan a los internados son
aspectos habituales de la vida de quienes viven en el extranjero. Desde luego que no todos se sienten
deprimidos en momentos así, pero es natural que otros muchos sí lo hagan.
Para mantenerse saludable y útil usted necesita aprender cómo afrontar estas reacciones. Una forma
es a través de los lamentos y las quejas. Tan importante es esto que Freud lo llamó “la obra de la
aflicción”, indicando así que había que hacer algo concreto antes de lograr adaptarse.
Desgraciadamente los obreros cristianos a menudo piensan que están siendo débiles o poco espirituales
si se sienten deprimidos después de una pérdida. He conocido a madres expatriadas que pedían
disculpas una y otra vez por llorar cuando sus hijos volvía al internado, como si estuvieran haciendo
algo malo.
Las Escrituras nos proporcionan un modelo del papel de “la obra de la aflicción” en el relato de
Jesús en el huerto de Getsemaní. Si bien ninguno de nosotros se entristece tanto o por un propósito así,
el incidente nos enseña que el lamento puede ser creativo y conseguir aquello que se necesita para
capacitarnos para seguir adelante en el servicio a Dios. Jesús había aceptado un cuerpo humano en el
momento de la encarnación, y sabía que este cuerpo iba a ser el medio para llevar a cabo la salvación
de la humanidad. En el huerto se estaba lamentando parcialmente por la pérdida que iba a experimentar
en las próximas horas. Estaba pasando por la aflicción para comprenderla y realizar un nuevo acto de
aceptación. Creo que también se estaba lamentando por la pérdida de relación con su Padre que sufriría
en la cruz, la pérdida de sus amigos humanos y el dolor de la traición, y la pérdida de la dignidad
humana cuando su cuerpo fuese expuesto públicamente de manera humillante.
El Señor experimentó un gran dolor emocional. El Nuevo Testamento Amplificado traduce Mateo
26:37 así: “Comenzó a mostrar pena y angustia mental, y estaba profundamente deprimido”. No se
trataba de una enfermedad depresiva, sino de una fuerte emoción humana permitida con el propósito de
que se cumpliera totalmente la obra de la aflicción. Entonces fue fortalecido para la tarea que le
aguardaba, y al final de su obra de la aflicción fue capaz de levantarse y de decirle a sus discípulos:
“¡Levantaos, vamos! He aquí está cerca el que me entrega.” (Mateo 26:46). Por supuesto que no
podemos tomar la analogía de la experiencia de Jesús y llevarla demasiado lejos, pero sí nos indica que
el lamento es un acto creativo. Así que no hay ninguna necesidad de sentirse avergonzado si siente
aflicción después de una pérdida de cualquier tipo. Más bien, déle la bienvenida como una forma de
aceptar la situación.
Puede que le sirva de ayuda entender algunas de las etapas normales de la aflicción, de manera que
su sentimiento de depresión no sea totalmente desconcertante. Después de producirse alguna pérdida,
lo primero que ocurre es que su mente lo niega. Es como si se tratara de unos primeros auxilios
emocionales inmediatos. Por ejemplo, si oímos que un colega en quien confiamos y a quien apreciamos
se marcha, la primera reacción es: “¡Oh, no! No puede ser cierto.” La segunda reacción es la ira. Nos
sentimos defraudados, enfadados porque nuestro colega se ha marchado y nosotros tendremos que
enfrentarnos a todo. Esto nos lleva a la tercera etapa, una especie de regateo. Comenzamos a orar,
diciendo: “Señor, si tan sólo le permites quedarse aquí yo podré orar más o enseñar en una clase de la Escuela Dominical, etc.” Pero finalmente la situación es aceptada; empezamos a pensar sobre cómo
puede reorganizarse el trabajo y establecemos planes concretos para afrontarla. Esto indica que el
proceso del lamento está llegando a su fin y que podemos avanzar hacia el siguiente estadio de nuestra
vida.
Mientras lamenta alguna pérdida, no se sienta avergonzado por sentirse deprimido o contrariado.
Nunca está bien que dejemos que nuestro pesar perturbe la vida de otras personas, pero realmente
ayuda mucho poder hablar de ello con un amigo, lamentarse y ser confortado, de modo que podamos
continuar con nuestro ministerio. Una expatriada amiga mía tenía que ir a la estación misionera para
despedir a la gente como parte de su trabajo. Me decía que nunca podía superar la sensación de
depresión que la invadía cada vez que el tren partía, pero que reconocía que era una manera de aceptar
su continuo pesar.
También es posible que se sienta deprimido tras padecer ciertas enfermedades. La fiebre de
Dengue, la hepatitis y varios tipos de gripe pueden dejar como secuelas una depresión que persiste
durante varios días. Otra poderosa causa de depresión es el cansancio producido por el exceso de
trabajo o por la falta de cuidado de la persona en su conjunto. Resulta esencial mantener en un modelo
de vida bien equilibrado las aficiones y las vacaciones, un tiempo libre regular, la diversidad de
intereses y el trabajo duro si no queremos sentirnos deprimidos tan a menudo. Y en la base de todo ello
se encuentra una saludable relación espiritual con el Señor a través de la oración, el estudio bíblico y la
asistencia a la iglesia. Pero no se preocupe si su espiritualidad parece estar de capa caída de vez en
cuando. El Señor comprende perfectamente que estamos sobrecargados y puede ministrarnos mediante
unos pocos versículos y una breve oración.
Cuando la carga de trabajo se hace demasiado pesada para nosotros frecuentemente la mente
recurre a un truco llamado negación para ayudarnos a sobrellevarla. Sencillamente la mente borra la
realidad de la carga y sus amplias repercusiones, de manera que podemos centrarnos en el momento
presente. Muchos obreros en zonas de hambrunas utilizan esta treta inconscientemente. Piensan
solamente en el bebé que están intentando salvar en ese momento, no en los millones que hay detrás del
bebé. Este mecanismo es uno de los dones de Dios que le permite salir adelante a los obreros en apuros,
pero no debería abusarse de él. Algunas personas permanecen demasiado tiempo en esas áreas de
elevado estrés y finalmente la defensa se viene abajo y aparecen síntomas de ansiedad o de enfermedad
depresiva. De ahí que resulte fundamental en cualquier situación de agobio de trabajo y de elevado
estrés que se establezcan límites en el tiempo de exposición y que se plantee la retirada periódica para
descansar como una parte del programa de ayuda.
Las situaciones que nos hacen sentir impotentes porque no tenemos control sobre ellas pueden
hacer que la gente se sienta deprimida. Esto es particularmente cierto si cabe esperar pocos resultados
positivos del trabajo. Es peor todavía si el trabajo puede realmente llegar a causar daño y no podemos
controlar el desenlace. Por ejemplo, algunos programas de ayuda mal organizados son así. Los obreros
se dan cuenta de que grandes cantidades de ayuda pueden hacer que la gente se vuelva dependiente y se
esfuerzan por hacérselo saber a la agencia que la ha donado. Esto explica porqué es tan importante
tener una representación de los obreros en los comités centrales que entienden de las donaciones. Estas
políticas ayudan a reducir la depresión gracias al incremento de la participación de los obreros en el
control del proyecto.
Qué hacer cuando se sienta deprimido:
1. Acepte que sentirse deprimido es algo normal cuando ha desaparecido algo que era importante para
usted. Se trata de un lamento normal y debería ir menguando. Si el dolor emocional todavía está
mermando su capacidad para enfrentarse a la vida transcurridas seis semanas, busque consejo médico.
2. Préstele mucha atención al conjunto de la persona. Aprenda a jugar, a mantener activa su mente, a
cuidar su cuerpo y a ocuparse de su espíritu a pesar de las limitaciones de tiempo.
3. No se preocupe por tener que trabajar en situaciones extremadamente difíciles. La “negación mental”
se pondrá en marcha cuando la presión sea grande, circunscribiendo sus intereses a la tarea que tiene
entre manos. Pero tenga un programa fijo de descanso, aunque ello signifique dejar a las personas
necesitadas y apartarse por un tiempo.
4. Hable de cualquier sentimiento de impotencia con el líder local y con sus amigos. Si su personalidad
reacciona mal ante la eventualidad de tener poco control sobre la situación, considere la posibilidad de
solicitar un cambio. Alguien con una personalidad distinta tal vez pueda enfrentarse a ello sin
dificultad. Esto no es nada de lo que haya que sentirse avergonzado – ¡lo que a uno cura a otro mata!
ENFERMEDAD DEPRESIVA
La enfermedad llamada depresión puede atacar a una persona y hacer que sea incapaz de
enfrentarse a las cosas en plenitud de facultades, o que sea completamente incapaz de hacerlo.
Los trabajadores que sufren depresión necesitan acudir al médico, pero a menudo sus colegas no
conocen la clase de síntomas que hacen que la atención médica sea fundamental. Síntomas importantes
son la incapacidad de afrontar el trabajo, el aumento o descenso del sueño, la pérdida de apetito, la
mala concentración, estar aletargado o anormalmente inquieto y ansioso, llorar demasiado o ser incapaz
de llorar incluso cuando sería de esperar que se hiciese. Además de esto, quien la sufre puede tener
múltiples sentimientos de culpabilidad sobre cosas sin importancia, sentimientos de no valer para nada,
a pesar de la evidencia en contra, y un pérdida de la fe religiosa.
Todo el mundo tiene algunos de estos síntomas de vez en cuando, pero si persisten durante más de
tres semanas, o si son muy agudos, hace falta ayuda. Cuando se combinan varios de estos síntomas,
debería acudirse a un médico. Nunca habría que ignorar o tratar desde un punto de vista puramente
espiritual a la gente que amenaza con suicidarse, sino que también deberían ser vistos por el doctor. En
una zona aislada es mejor consultar con el médico demasiado pronto que permanecer demasiado
tiempo en aquel lugar remoto.
El tratamiento de las enfermedades depresivas de este tipo comienza con un reconocimiento físico
exhaustivo, ya que es importante descartar posibles causas físicas o relacionadas con la medicina.
Después se receta la medicación antidepresiva adecuada. La gente se preocupa por tener que tomar esas
pastillas, llamándolas drogas y temiendo volverse dependientes. Pero los antidepresivos no provocan
dependencia, y de hecho curan la enfermedad.
A medida que la depresión mejora es bueno hablar acerca del estrés personal. Hay que recordar que
no todas las depresiones tienen causas completamente psicológicas. Algunas tienen un fuerte
componente químico, de ahí el alivio que se obtiene mediante la medicación. Pero los esfuerzos que se
realizan por afrontar la enfermedad a menudo son estresantes en sí mismos y esto, junto con la
conversación sobre cualquier otra forma de estrés, necesita airearse lo más posible. Un área de especial
importancia que hay que considerar es la de las relaciones interpersonales con los colegas, el cónyuge y
los niños. Algunas veces hay que prestar atención a las personas que se quedaron en el país de origen.
Cualquier cosa que cause una auténtica sensación de culpa necesita ser tratada, pero recuerde que…
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