Darby Comentario sobre Hebreos es un comentario por el hermandad autor sobre el libro de Hebreos en el Nuevo Testamento. 80 páginas
CAPÍTULO 10 En este capítulo se saca la conclusión práctica de lo que se expone en el capítulo 9: la unidad del sacrificio; una ofrenda mediante la que se echa el fundamento para el nuevo pacto. En lugar de encontrar a un hombre echado fuera del paraíso terrenal debido al pecado, tenemos ahora al segundo Hombre entrado en el paraíso de Dios en justicia divina— entrado en virtud de un nuevo título, que el hombre nunca antes había poseído. La consecuencia de esto es que cuando Él venga de nuevo en gloria, no tiene ya nada que ver con el pecado. Él vino una vez a causa del pecado; pero cuando venga por segunda vez, será sin relación alguna con el pecado, para completar la salvación ya obrada. Cuando vuelva, será para llevar al hombre en la plena bendición que está en Él mismo. «Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan», no sólo para la iglesia, sino que está abierto para el remanente cuando Él se manifieste en la tierra.*
El efecto sobre la conciencia de su ofrecimiento por el pecado se muestra en el capítulo 10. Ahí no tenemos una mera declaración de hecho. Mi pecado pudiera estar quitado y yo no saberlo; pero el cristianismo nos muestra cómo se purifica la conciencia, no sólo que los pecados sean quitados. Si la conciencia es purificada, nada hay que se interponga entre yo y Dios. Tengo la plena liberación de todas las consecuencias del pecado, y derecho a la gloria, en virtud de lo nuevo. Pero, ¿cuál es mi estado actual? Mi conciencia está perfectamente purificada.
Esto no nos lo podía decir la ley. Nunca pudo hacer perfectos a los que se acercaban a ella. Esto quedaba reservado como testimonio para el evangelio cuando la obra fuera consumada. Cuando alguien está en presencia de Dios, se conoce el pleno efecto de ello sobre la conciencia. Tenía que haber una repetición de sacrificio mientras el pecado se mantenía en pie. Siempre había, bajo la ley, una cuestión de pecado entre Dios y Su pueblo.
En el postrer día, Israel alcanzará salvación por virtud del sacrificio; serán bendecidos por Él desde el cielo; sus pensamientos reposarán sobre Cristo viniendo a la tierra a ellos. Él les traerá bendición a ellos donde ellos se encuentran, pero no llevándolos al cielo. Éste no es en absoluto nuestro caso. Nosotros estamos con Él mientras Él está en el cielo. El Espíritu Santo ha descendido como consecuencia de que Él ha entrado.
No hubo entrada de sangre dentro del velo, ni fue llevado el sacrificio fuera del campamento, hasta después del pecado de Nadab y Abiú. Después de este suceso, Aarón no debía entrar en cualquier momento en el Lugar Santísimo, sino una vez al año, para rociar la sangre sobre el propiciatorio. El velo no fue rasgado entonces, pero al manifestarse el pecado, la sangre debía ser llevada dentro. El testimonio de aceptación para Israel es cuando Él salga. Ellos no pueden tenerle mientras está dentro. Nosotros estamos asociados con Él en el cielo por el Espíritu Santo que ha venido y que nos ha dado a conocer el valor de Su sacrificio.
Él vendrá y nos recibirá a Sí mismo, para que donde Él está nosotros estemos también. Debemos estar asociados con Él allí. Hasta Su muerte, esto no podía ser: Dios habría echado a un lado la ley si se hubiera introducido la plenitud de bendición; y la ley fue dada a Su propio pueblo, no a los gentiles.
El resultado de la obra de Cristo es que mi estado constante en la presencia de Dios es la conciencia purificada. Para esto no hay necesidad de una revelación, de un profeta. Los adoradores, una vez purificados, no tienen ya «más conciencia de pecados».* ¡Cuántos cristianos hay que no saben que no tienen más conciencia de pecados! Si tú no sabes esto, no conoces la virtud del sacrificio de Cristo. ¿Vas acaso a ir al cielo con pecado sobre ti? No puedes estar allí en tus pecados. El viejo estado era el de hombres viviendo sobre la tierra —cayendo, purificándose, y volviendo a caer. Ésta es tu condición, a no ser que estés en el cielo por virtud de aquel un sacrificio, sin pecado.
El creyente es introducido allí en Cristo —en aquellos lugares celestiales, purificado de pecado (no estoy hablando de lo que sea como hombre en la tierra, sino en Cristo). ¿Estás allí? Ésta es la cuestión. ¿Estás tú en el Lugar Santísimo en cuanto a tu conciencia, corazón y espíritu, sin más «conciencia de pecados», «en luz, como él está en luz», sin recuerdo de pecado alguno delante de Dios? Bajo la ley hay recuerdo de pecados; pero aquí ya no hay más «conciencia de pecados». Cristo no sólo ha entrado dentro del velo, por cuanto no hay velo ahora, sino que estoy en el cielo con el velo rasgado. ¿Cuál es el rasgado del velo?
La muerte de Cristo. Tengo que llegar allí por Su muerte debido a mis pecados. Entro a través de aquello que los quita. Estoy allí sin ellos. Observemos cómo Dios asume todo esto como cosa Suya. Todo es llevado a cabo, sin nosotros, por Dios. Esto es llevado a cabo por Él, y la revelación de lo que es hecho también lo hace Él. Es la obra de Dios, y es conforme a la verdad de Dios.
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